Un día el dios Quetzalcóatl decidió explorar el mundo, se convirtió en un hombre y viajo por todos los rincones del planeta asombrándose de lo grande y hermoso que era la tierra.

Un día al final de su viaje, Quetzalcóatl caminaba por una carretera, sus fuerzas estaban agotadas después de tanto caminar por el mundo, se detuvo y se sentó a un lado de la carretera, de pronto salió un pequeño conejo, quien observo cuidosamente a Quetzalcóatl y decidió acercarse a él sin saber que él era un dios.

El pequeño conejo se acercó y pregunto qué era lo que sucedía, y Quetzalcóatl contesto que se sentía cansado y hambriento, entonces el conejo le ofreció de su comida pero Quetzalcóatl no comía plantas, entonces el conejo se detuvo a pensar un momento y después le dijo a Quetzalcóatl que no tenía nada más que ofrecer, que solo era un pequeño conejo sin importancia y que se lo comiera a él, que sin duda eso le ayudaría a recuperar sus fuerzas.

Después de escuchar ese noble gesto Quetzalcóatl regreso a su forma original y levanto aquel conejo y lo arrojo al cielo, al hacerlo su figura se quedó reflejada en la luna. Cuando bajo el conejo Quetzalcóatl le dijo, que tal vez era solo un pequeño conejo, pero que de ese día en adelante todos lo recordarían al ver su figura marcada en la luna.


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