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Camotes de Puebla

Camotes de Puebla

Puebla es uno de los estados en México que es conocido mayormente por los deliciosos plati-llos que se han creado como el mole, chiles en nogada, así como diversos dulces típicos, uno de los más conocidos son los camotes poblanos o de Santa Clara, que son uno de los produc-tos que los visitantes a este lugar casi siempre compran.


Los camotes son unos dulces típicos que se comercializan principalmente en el estado de Puebla donde podrás encontrarlos de diferentes sabores y colores, mismos que deleitan el paladar de los viajeros que visitan la Angelópolis.


En la capital del estado de Puebla se pueden encontrar diferentes locales o puestos donde se venden los camotes de Santa Clara, cuya característica principal es su empaque de cartón, mismo que contiene entre 10 o 12 piezas de camotes de diferentes frutas como piña, guayaba, coco, fresa o limón.
¿Qué son los camotes?


De acuerdo con Larousse Cocina, los camotes también son conocidos como batata o boniato y es un tubérculo comestible de la familia de las convolvuláceas, y son originarios de América del Sur. Éstos son de diversas formas y colores, la pulpa y la piel pueden ser de color amari-llo-anaranjado, rosa o violeta.


Propiedades
Tienen sabor a castaña, sus propiedades son bastante energéticas, son ricos en hierro, pota-sio, niacina y en vitaminas C y B. Mientras que las variedades de pulpa anaranjada son ricas de provitamina A.
Historia


Su origen exacto es desconocido; sin embargo, estas versiones son las más importantes:
La primera cuenta que, en un Pueblo, cerca de la Ciudad de Puebla, había un convento de monjas dedicadas a la enseñanza para niños. Cierto día, uno de estos ideó gastar una broma a una monja que tenía una olla al fuego. Para hacerlo tomo un camote, lo echó a la olla, lo revol-vió con azúcar y lo batió para que se formara una masa que fuera difícil de quitar a la hora de lavar. Al poco rato llegó la monja, probó la revoltura y le gustó. De esta forma se hizo el dulce de camote.


La segunda versión cuenta que, de Oaxtepec, (en el actual estado de Morelos), llegó una mu-chacha llamada María Guadalupe, con el fin de ordenarse en el convento de Santa Clara de Jesús. Cierto día, pensó enviarle un regalo a su padre, fue a la huerta del convento, recogió algunos camotes y los coció. Los revolvió con azúcar, raspadura de limón e hirvió todo hasta formarse una masa. La retiró de la lumbre, esperó a que se enfriara e hizo con ella dos cilindros de dos centímetros de diámetro por 15 de largo.

Esperó a que se secaran, los envolvió con papel y los envió a su padre, iniciándose así una gran tradición.
La tercera versión, todas las monjitas de la época colonial, su sustento diario provenía de las donaciones que las personas acaudaladas de la época hacían a sus conventos. Sin embargo, lo que siempre existía a la mano, por lo barato de su precio, era el camote. Así que un día, un alto ministro de la iglesia católica, estaba a punto de visitar uno de esos conventos, y una novicia tuvo la genial idea de darle literalmente al visitante “camote” como postre.


¿De qué está hecho y cómo se prepara?
Larousse Cocina menciona que la pulpa del camote se cocina con almíbar hasta que espese, también se le puede añadir un poco de piña para que su sabor sea más dulce.


Una vez que la masa se enfría, se moldea con las manos, posteriormente se deja orear y asolear durante al menos un día. Luego se baña con almíbar, la cual crea una especie de costra de color blanca.


Posteriormente se le pone colorante y sabor artificial y se envuelven en papel encerado para colocarlos en la tradicional caja de cartón.

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