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La leyenda del Nopal

La leyenda del Nopal

La riqueza cultural no sólo se concentra en la admiración y preservación de imponentes sitios arqueológicos, hermosas playas, pinturas, tradiciones o costumbres; la cultura mexicana, también, es identificada por la cosmovisión que describen y resguardan sus historias. Leyendas que hasta la fecha viven en la memoria colectiva y otorgan identidad al mexicano.


Conocer cómo vivían los ancestros, cuáles eran sus principales actividades, su organización política y social o su forma de alimentación, son preguntas que avivan la curiosidad y el interés por conocer las raíces. Ante ello, no queda más que difundir los conocimientos que hasta hoy se han logrado estructurar a base de cientos de investigaciones que obsequian una mínima parte de la vida que irradian los auténticos colores de la mexicanidad.


Desde tiempos prehispánicos, el nopal formaba parte de las tradiciones mexicanas; los indígenas lo incluían en sus comidas y sabían de sus propiedades terapéuticas. Es por ello que en la actualidad se llevan a cabo festividades y asambleas que resguardan la importancia de este cactus como un alimento cultural mexicano.

Cuenta la leyenda que Huitzilopochtli (Dios de la guerra) abandonó a su esposa Malinalxochitl («flor de malinalli» – planta textil -) para fundar su propio reino. Ella, que era esforzada y valerosa, durante años gobernó el reino de Malinalco («lugar donde hay malinalli») en compañía de su hijo: Copil («corona»), quien creció lleno de enojo por el abandono de Huitzilipochtli.


Años después, cuando Copil creció decidió castigar a Huitzilopochtli, así que tomó su escudo y fue en busca de su padre. Durante su viaje encontró grandes obstáculos y dificultades, pero su enorme voluntad logró vencerlo todo.


Caminó durante día y noche, a través de montes y bosques, y tras largas jornadas de fatiga, por fin pudo contemplar los florecientes maizales del valle de México.


Entró en la ciudad y preguntó por Huitzilopochtli, pero no obtuvo respuesta, así que decidió avanzar hasta lo que hoy se conoce como Chapultepec, residencia de su padre. Horas después, buscó la forma de escalar las enormes rocas para enfrentarse con el Dios de los mexicas, pero al ver que era imposible hacerlo él solo, decidió regresar a Malinalco y preparar a su ejército de mil guerreros.


Al notar la presencia de Copil, Huitzilopochtli pidió a sus hombres que le sacaran el corazón. Horas después, un grupo de guerreros enviados por el Dios de la guerra esperaron la noche y avanzaron silenciosamente por el lago para llegar al lugar donde se encontraba Copil.


Los guerreros aztecas se dieron a la tarea de examinar cada uno de los rostros de los hombres quienes se encontraban dormidos, y descubrieron entonces al hijo de Huitzilopochtli. Cumplieron con la misión: le abrieron el pecho de una cuchillada, le sacaron el corazón palpitante y se lo llevaron a su señor, quien lo contempló gozoso y ordenó a sus secuaces enterrarlo entre piedras.


La orden fue cumplida y al día siguiente los aztecas contemplaron con asombro que en el mismo lugar donde fue enterrado el corazón, nació entre los peñascos un hermoso arbusto: el nopal, lleno de vida propia y de resistencia a las adversidades del medio.


La leyenda del nopal es sólo una de las encantadoras historias que describen la cultura de los pueblos y la preservación de los mismos.

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